miércoles, 26 de junio de 2013

"Cada maestrito con su librito"

La sabiduría popular se refugia en refranes y dichos que con el paso del tiempo se olvidan o dejan de tener significado.
El refrán que aparece como título data de una época en que los distintos niveles de la educación pública argentina se destacaban en latinoamérica por su calidad . Los menos esforzados dirán que era una época basada en la memorización, pero que contribuía poco al desarrollo del pensamiento lógico, tema que no debatiré en esta ocasión. Si diré que sin memoria (o almacenamiento en el cerebro de cierta cantidad de  información) cualquier aprendizaje significativo es débil cuando no imposible.
El refrán en cuestión significa que cada maestro descubre en su hacer cotidiano de qué manera pueden aprender mejor sus alumnos. La experiencia va conformando al docente y trae aparejado el éxito de su trabajo.
Hace unos dos años, hablando con un estudiante de magisterio que por razones económicas había suspendido su carrera, éste me comentaba que en el "profesorado" le habían dicho que uno se hacía docente en el aula. Esta verdad se convierte en error, cuando se cree que a partir de un manual escrito, pensado y secuenciado por alguien distinto a nosotros, ese apoyo puede transmitirnos la habilidad de ser "docentes". La realidad es distinta. El libro, en todo caso, debe servir de apoyo al alumno. Si el docente ignora cuáles son los objetivos que persigue el autor del libro, o simplemente repite una fórmula y no se ha detenido a pensar en cómo se relacionan los conceptos con los que va a trabajar, su tarea terminará siendo agobiante, porque no es él el protagonista de su película. El protagonista de la película está ausente (autor/es del manual), y el maestro tendrá un papel secundario, fácilmente olvidable y sustituible por cualquier actor de segunda.