martes, 23 de octubre de 2012

Educar sin esperanza

Nada más triste que un maestro que trabaja sin esperanza, sin creer que sus alumnos puedan llegar a aprender lo que se les enseña. Cierto que nadie puede enseñar a quien no quiere aprender, pero aún así el maestro debe apostar a que el aprendizaje sea posible. Deberá cambiar explicaciones, procedimientos, actividades, deberá ingeniárselas para atraerlo a lo que le presenta. Deberá también exigir, insistir, repetir.
Deberá superar las barreras del desaliento, deberá luchar a veces con el propio alumno, que tal vez provenga de una historia en la que otros maestros lo han ignorado, o han renunciado a enseñarle.
Creo que todos los alumnos son capaces de aprender cualquier cosa, siempre que ellos mismos asuman el compromiso de hacerlo. Algunos tardarán más tiempo que otros, pero todos pueden lograr incorporar conocimientos.
Si el alumno y el maestro establecen ese compromiso, la tarea de ambos se enriquece, y el resultado para ambos será la satisfacción y la alegría.